El otro lado

Había llegado el momento en que el silencio es homenaje, la hora en que la tarde se desgaja en colores y casi todo enmudece. El paisaje impreciso me cubrió de nostalgia, sentimiento arraigado en el centro de lo que no consiguió ser indestructible: la gloria perseguida, alcanzada y extraviada en un espacio terrestre tan breve que apenas pude disfrutar de ella (como si fuera una de esas mujeres arpías y aprovechadoras que luego de un efímero placer, terminan denunciándote por una paternidad dudosa). En fin, así es la nostalgia de transcurrir entre pérdidas.

Permanecí allí, como petrificado, con la mirada puesta en el horizonte, tratando de adivinar ese otro lado de la pampa que siempre imaginaba pero jamás había conocido. Porque mi lugar era ése y la gente reclamaba que yo me quedara para su protección. No podía fallarles, bastantes versiones maliciosas y chismes circulaban ya como para cometer más desprolijidades.

A mis espaldas, el caserón totalmente blanco con su alero de madera crujiente se me antojó de principios del siglo XIX. Sus salones inmensos donde se disfrutaban las mejores comidas preparadas en la moderna cocina construida con los últimos adelantos, las habitaciones donde se alojaban desde políticos hasta renombrados artistas, el gran jardín y las hectáreas de tierra donde pastaban los animales, todo era igual a entonces. Hasta yo, con mi traje del ejército, limpio y brillante como recién estrenado.

Me pareció escuchar un sonido lejano y pensé que estaría más seguro si entraba. Entonces reconocí un viento de caballos al galope, cada vez más cerca. Si bien mi razón me empujaba hacia adentro de la casa para cobijarme, el cuerpo no respondía. Ellos seguían acercándose y levantando una oscura polvareda. Se podían escuchar gritos y relinchos. El olor a tierra seca era intenso. De pronto, haciendo un esfuerzo descomunal, pude trasladarme al interior. Rápidamente clausuré puertas y ventanas. Permanecí en la oscuridad, aterrado como ahora, seguro ya de que jamás vería el otro lado.

“El malón prendió fuego al granero y siguió adelante en la creencia de que la vivienda estaba deshabitada y el caudillo había huido” dijeron. Lo que no sospechan es que todavía estoy aquí. Temo que regresen.

De Pleno de ausencia. (Simurg, 2001, cuentos y relatos) Relato seleccionado y publicado en Revista Literaria PROA N° 2, edición de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, año 2005.

Reseñas

A modo de síntesis, vayan algunas palabras que el escritor Fernando Sorrentino preparó en su momento para la contratapa de este primer libro de cuentos y relatos de Emilce Strucchi: (…) “(porque el lenguaje modela la acción y ésta modela a aquél, en un proceso recíproco de alimentación que sólo concluye al terminar el texto), el registro de lengua discurre, según los casos, por la vena lírica, por la prosa objetiva y descarnada, y por los vericuetos cotidianos de la expresión oral, sin que esto signifique que estos estilos no aparezcan, por momentos, imbricados en la misma situación narrativa. Como el cuento no permite divagaciones, la autora no se las ha permitido; como el cuento no admite zonas de palabrerío, la autora las ha evitado; como el cuento exige concluir definitivamente en la última línea, la autora no ha dejado cabos sueltos.”