Ellos escriben
y amanece.
Nacen en cada poema
y mueren entre páginas
aletargadas de eternidad.
Todas las palabras
cien versos
un canto
sobre la mesa de roble.
Ellos sonríen
y apenas una lágrima fina
una residencia
apenas
en los libros.
Lidia Vinciguerra
Me someto a la voluntad del día.
Obstinada.
Lúcida de amor.
Atravieso las horas con mi hilo de voz
y el miedo enfermo.
Mi carne
va
ci
lan
te
es toda la belleza que soporto.
Así intuyo el desierto
mientras abro los brazos
para celebrar.
Adelante.
Adelante, va el hijo.
Emilce Strucchi