1
como quien sale al mundo por vez primera
ella extiende límite a su llanto:
la ronca huella
no su calor
y busca el rostro con los puños cerrados
se acerca a ciegas a su boca
y a ciegas
se aproxima a conocer el pecho
hasta olvidarse el cuerpo en los brazos del hijo
para ser murmullo
el olor gutural
y un estallido que asesine la región del simulacro
ese bocado de humanidad que le arrancaron a un hueco del destino
por donde un ala sangra su parte de fracaso
y no hay quien tenga recuerdo de su origen:
ninguna foto
para testificar tantos preludios
abrazados a heridas implacables
(o ciertas)
cuando era alondra y desbordaba el canto
como quien regresa con mi fe intacta
para reconstruir su muerte en paz
curvándose sobre estos pies difusos…
a mis espaldas se alzan voces
susurran
un delito anterior
3
Hablo de esta herida real
metálica
filosa
que corta la carne, que abre los caminos.
Hurga todavía.
Declaro la impenetrabilidad
y la sangre
de
rra
mán
do
se
por el costado.
Ella dice tajo
hilo dice
sutura.
Su pupila ve el tamaño de mi mutilación.
Mi mujer reniega de metáforas.
Está hablando del cuerpo.
4
Cada vez hay menos territorio para perpetuarse agua.
La furia de mi carne bebió de un trago su hendidura densa.
Anochece.
El vacío me bruna los párpados.
A media luz
presiento lo que nunca acaricié
¿o lo que no seré capaz de dar?
Hambrienta
ella me confía que me mantendrá impura.
Entonces
la mujer
insiste
anónima
Arrasa
con voracidad.
Reseña
Este poemario logra su unidad temática en los cuatro sectores que desenvuelven paulatinamente la cuestión del cuerpo-en particular, pero no exclusivamente, el femenino-profanado por distinto tipo de violencias ejercidas sobre él. Nos describe su contratapa editorial: “La mujer que habla desde su cuerpo y a partir de él recorre su historia, es una mujer que habla de la historia de su cuerpo. Y él, que se vuelve voz, que se vuelve intérprete poético y se desdobla hasta apropiarse de esa metáfora que expresará las huellas de su muerte y su vida. (…) Este tercer libro de poemas de Emilce Strucchi, fruto de una experiencia hospitalaria, no podía estar menos que amparado por la insuficiencia maravillosa y cruel del ser, y el esplendor de su lenguaje.” Y escribió Jorge Boccanera para la presentación del poemario: (…) “Esta crónica de un universo astillado tiene sus vecindades (hay que recordar a César Vallejo dando cuenta de sus padecimientos en Poemas humanos (…); hay que recordar a Gelman y sus imágenes de despedazamiento (…); y Girondo asoma en este libro de Emilce Strucchi (…); hay tanteo, una lengua en tinieblas, el merodeo de una conciencia que busca sus umbrales, sus límites, y sólo puede dar cuenta de ese tránsito sonambulesco con el jadeo de las imágenes.”